El ojo del arte: un monumento a Kennedy ubicado en el sitio menos pensado
Declarado Monumento Histórico Nacional en 2019, la construcción de hormigón armado de estilo brutalista y cuarenta metros de altura, es la insignia en la entrada de un pequeño poblado pampeano.
Quemú Quemú es un pueblo pampeano ubicado a 130 kilómetros al noreste de la ciudad de Santa Rosa, muy cerca del límite con la provincia de Buenos Aires. Allí viven unas 3700 personas y las principales actividades están relacionadas con el campo. Hasta ahí no difiere de los tantos pueblos y ciudades de la región. Lo que distingue a Quemú Quemú de otros es un enorme monumento dedicado a la memoria de John Fitzgerald Kennedy.
Ubicado en la entrada al pueblo, sobre la Ruta Provincial 1, fue inaugurado el 29 de mayo de 1967, el día en que el ex presidente estadounidense debía cumplir 50 años. Se trata de una obra de estilo brutalista, compuesta de líneas rectas que parecen conformar una letra A o un prisma con una flecha que lo atraviesa. Fue realizada en hormigón armado y mide 40 metros de alto. La escultura apunta al norte y es fácilmente divisable desde muy lejos en esa zona fértil de la llanura pampeana.
Para su construcción fueron necesarias unas 700 toneladas de piedra triturada, 700 toneladas de arena de río, 4500 bolsas de cemento y 29 toneladas de acero especial, según se desprende de documentos recogidos de la empresa ejecutante por el diario La Reforma.
La profesora de Historia y Geografía, oriunda de Quemú Quemú, Alicia Ramos de Minig, publicó un documento titulado “Un singular monumento: razones para su creación”, que fue presentado en las XIX Jornadas de Investigación de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de La Pampa. En su escrito, además de brindar un contexto político y social de la época, llegó a la conclusión que más que un homenaje a Kennedy, la obra buscó concientizar sobre lo que representó el asesinato del ex mandatario norteamericano, ocurrido el 22 de noviembre de 1963, y el extremismo de algunas ideas políticas.
El profesor Fernando Demaría Madero, oriundo del pueblo y graduado en Filosofía y Letras en Harvard, fue quien a mediados de la década del sesenta propuso hacer un homenaje al presidente norteamericano, mientras que el artista uruguayo Lincoln Presno, fue el diseñador de la obra. El nexo entre ambos fue otro artista del vecino país, Carlos Páez Vilaró. Para poder financiar la obra, Demaría vendió 2200 hectáreas de un campo familiar, pero además contó con el aporte de pobladores, a quienes les dieron un título de adquisición, la colaboración de distintas municipalidades de la zona y hasta de la empresa Loma Negra, de Amalita Fortabat.
En la parte superior de la obra se puede leer “Ave María”, ya que Kennedy fue uno de los pocos presidentes estadounidenses que practicaba la religión católica. La idea de Presno fue que simbolizara el espíritu eterno y ascendente de Kennedy. En uno de sus pilares lleva tallada una frase de uno de sus discursos más memorables: "Que la justicia de nuestra causa mantenga siempre nuestra fuerza".
Su inauguración estuvo rodeada de una gran controversia porque el reconocido crítico y periodista Rafael Squiru, tío de la astróloga Ludovica Squirru, y por entonces director de Asuntos Culturales de la OEA pronunció un discurso sobre la liberación de los pueblos americanos que irritó al intendente de facto Justo Kaminsky, designado por la dictadura de Juan Carlos Onganía, que ordenó que lo detuvieran, algo que finalmente no sucedió porque Squirru pudo escapar.
Más allá de esa anécdota, que expone un clima de época, el monumento lleva más de medio siglo sorprendiendo a propios y extraños. Esa enorme masa de hormigón en medio del campo, que homenajea a un presidente extranjero, fue declarada además Monumento Histórico Nacional en 2019. Y allí seguirá estando como insignia del pueblo y recordatorio de que el arte trasciende al tiempo y las fronteras.