El ojo del arte: la Columna Meteorológica, ícono de nuestro patrimonio cultural y científico
Fue donada por la comunidad austro-húngara con motivo del Centenario de la Revolución de Mayo en 1910. Actualmente es uno de los principales puntos de referencia dentro del Jardín Botánico.
En el corazón del Jardín Botánico porteño, entre destacadas esculturas como Flora Argentina, Sagunto, La Soberanía y Flor Indígena, aparece una pieza que data de principios del siglo XX, que combina la ciencia con el arte. La Columna Meteorológica fue un instrumento de medición que también simbolizó el agradecimiento de los inmigrantes austro-húngaros hacia la tierra que la cobijó. Como muchas de las obras de la Ciudad, sufrió mutilaciones y también traslados, pero a pesar de tantas vicisitudes pudo encontrar su lugar.
La Columna Meteorológica fue un obsequio al Gobierno argentino con motivo del Centenario de la Revolución de Mayo en 1910. Un gesto de amistad, en un momento en que Europa atravesaba profundas transformaciones sociales y políticas. Ese año se puso la piedra fundamental en la esquina de Perú y Alsina, donde hoy está el monumento a Julio Argentino Roca, y al año siguiente, el 9 de octubre de 1911, quedó oficialmente inaugurada. El emplazamiento, sugerido por la Comisión de Homenaje había sido aceptado por el director de Paseos de la Municipalidad, el ingeniero Carlos Thays.
Diseñada por otro ingeniero, el croata José Marcovich, la columna se destaca por su belleza arquitectónica y su complejidad técnica. De acuerdo con la información oficial del Gobierno porteño, “el monumento estaba formado por una columna de mármol blanco pulido, rodeado de tres escalones y asentado sobre una plataforma circular de granito de ocho metros de diámetro. En la parte media inferior, una serie de nichos contenía instrumentos meteorológicos de última generación (termómetros de máxima y mínima, barómetros y anemómetros, entre otros), mientras en la parte superior se habían colocado ocho relojes de precisión con la hora de las principales capitales del mundo: Buenos Aires, Londres, Viena, París, Madrid, Roma, Nueva York y Berlín”. La sección media, el fuste de la columna, tenía en su parte inferior una placa de piedra sostenida por manijas de bronce con una inscripción: “La colonia austro-húngara a la Nación Argentina en el Centenario de la fiesta de la Independencia”.
Al año de su inauguración, el ingeniero Alberto Natale procedió al retiro de los aparatos de precisión, que se destinaron al Laboratorio de Gas municipal. Al poco tiempo, fue trasladada a la Plaza Rodríguez Peña y, finalmente, llegó al Jardín Botánico en 1923. En varias ocasiones a lo largo de los años, desde el Servicio Meteorológico intentaron sin éxito que el instrumental fuera repuesto en la obra.
Más allá de su valor histórico y artístico, la Columna Meteorológica desempeñó un papel fundamental en el desarrollo de la meteorología en la Argentina. Sus instrumentos permitieron recopilar datos precisos sobre las condiciones climáticas de la ciudad, contribuyendo así al avance de esta disciplina científica.
Hoy, la Columna Meteorológica es un punto de referencia para los visitantes del Jardín Botánico y un símbolo de la importancia de la ciencia y la observación meteorológica, y la relevancia de preservar nuestro patrimonio cultural y científico.