El ojo del arte: el monumento a San Martín y el verdadero camino de la libertad
La gran escultura homenaje al Libertador de América lleva estoica en la cima del barrio de Retiro desde mediados del siglo XIX. Es uno de los principales monumentos del patrimonio urbano de la ciudad.
“La justicia póstuma de los pueblos ha comprendido al fin en el gran Capitán y el hábil político, al hombre superior a las ambiciones vulgares, que supo dirigir la fuerza con inteligencia y con vigor, y usó del poder con moderación y con firmeza, para hacer servir todo al triunfo de la grande y noble causa a que había consagrado su espada, su corazón y su cabeza (…) Al fin, señores, después de aquella larga y tenebrosa noche de ingratitud y de olvido, la gloria de San Martín se ha levantado como una estrella del cielo americano”. Con esas palabras, el por entonces presidente de la Nación, Bartolomé Mitre, dejó inaugurado en la ciudad de Buenos Aires el monumento a José de San Martín, la figura más importante de la historia argentina.
Ocurrió el 13 de julio de 1862, doce años después de la muerte del Libertador. La historia cuenta que la motivación de la Municipalidad de honrar a San Martín con un monumento surgió a partir de la noticia que Chile estaba levantando uno. El escultor francés Louis-Joseph Daumas era el encargado de construirla a pedido del gobierno trasandino y resultó también el elegido en estas tierras.
Daumas se basó en los monumentos ecuestres a Pedro El Grande y Napoleón para su obra sanmartiniana. La versión argentina de la estatua al prócer tiene algunas variantes respecto de la chilena. El dedo índice de la mano derecha del General señala el camino de la libertad en lugar de llevar una bandera, y la cola del equino no se apoya sobre el pedestal sino que queda suelta hacia el viento.
La estatua llegó desarmada a Buenos Aires el 13 de abril de 1862 y se inauguró sobre un pedestal de mármol blanco mirando hacia el este. El grupo ecuestre en bronce tiene 3,5 metros de alto y 3,5 toneladas de peso. Su emplazamiento se realizó en la Plaza de Marte, que 16 años más tarde, el 15 de febrero de 1878, pasaría a llamarse Plaza General San Martín, tal como se la conoce hoy.
Para el Centenario se decidió modificar el basamento y el trabajo se lo encargaron al artista alemán Gustav Eberlein, quien amplió el pedestal en granito rojo dragón pulido erigiendo un monumento a los Ejércitos de la Independencia, con cuatro hitos de la gesta. La Partida, se trata de un soldado y un civil que junto a ellos y en el suelo tienen una bandera y un parche roto de tambor; La Batalla, está representada por un soldado caído, otro sosteniendo fuertemente la bandera, y una cureña del cañón rota; La Victoria, es una alegoría femenina, con alas, que se encuentra coronando a un soldado, que a sus pies tiene canasta con frutos representando la abundancia; por último, El Regreso, es un soldado que abraza a una mujer y junto a sus pies se observa una corona de laurel, mientras que en el frente del fuste y debajo de la figura ecuestre se destaca el Dios Marte sosteniendo con su pierna izquierda al Cóndor, que representa La Victoria.
La obra se complementó con referencias a las batallas más importantes del Libertador: San Lorenzo, Maipú, y Chacabuco; y otros relieves que recuerdan el Cruce de los Andes, la Proclamación de la Independencia del Perú, la Batalla de Salta y la Toma de Montevideo.
Resultó ser el primer monumento ecuestre de la Argentina, pero como todo debió atravesar el paso del tiempo con algunos contratiempos: sufrió varios actos de vandalismo. En 2016 se robaron el sable, la vaina de granadero y las garras del águila, y destruyeron la corona de laureles. Entre 2019 y 2020 desaparecieron 16 piezas ornamentales y el relieve de la Batalla de Maipú, y en 2021 se produjo el robo de dos relieves de bronce ubicados en la escalinata del basamento. Es por ello que a mediados de ese año el Gobierno de la Ciudad de Buenos decidió protegerlo con rejas y canteros, al tiempo que fue restaurado y puesto en valor.
Hoy el general San Martín sigue firme sobre su caballo rodeado de joyas arquitectónicas y artísticas que se fueron sumando en esa zona privilegiada de la ciudad como el Palacio San Martín (1909), el Palacio Paz (1914), el edificio Kavanagh (1936) y el Monumento a los caídos en Malvinas (1990).