Por Belén Canonico

Extrovertida, bulliciosa y ocurrente, Annelies Marie Frank, conocida mundialmente como Ana Frank, vivía su entrada a la adolescencia como cualquier chica de su edad. Disfrutaba de los momentos compartidos con sus amigas, de los primeros paseos con algún muchacho y ocupaba gran parte de su tiempo fantaseando con su futuro, en el que soñaba con convertirse en periodista o escritora.

Ana y su familia, que estaba compuesta por Otto y Edith -sus padres- y su hermana Margot, que era tres años mayor, dejaron su Alemania natal en 1934, tras el ascenso al poder del nazismo y se instalaron en Ámsterdam en busca de una mejor calidad de vida.

El 12 de junio de 1942, al cumplir trece años, recibió un regalo que meses más tarde se convertiría en su gran refugio: un cuaderno forrado en tela a cuadros rojos y negros, que usó como diario personal durante los últimos años de su vida.

A los pocos días de empezar a volcar sus experiencias cotidianas en "Kitty" -así había bautizado a su diario-, Margot recibió una citación de "trabajo", que significaba que la llevarían a un campo de concentración. El nazismo estaba causando estragos en los Países Bajos. Y la vida de la familia Frank, cambió por completo.

Juntaron sus pertenencias y se instalaron en la "la casa de atrás" de el anexo del edificio en el que Otto tenía su empresa. Allí se escondieron durante veinticinco meses junto a cuatro personas más -. Y durante todo ese tiempo, su diario fue un punto de escape para Ana.

En sus escritos, la joven volcaba desde sus angustias por el encierro y su preocupación por la persecución a los judías, hasta los roces que surgían en la convivencia, como los encontronazos con su mamá o su despertar amoroso. Escribir era una de las pocas cosas que podía disfrutar en ese contexto tan desolador.

El último registro de Ana en el diario fue el 1 de agosto de 1944. Tres días más tarde, ella y todos los que estaban ocultos en "la casa de atrás" fueron descubiertos y deportados a distintos campos de concentración.

El único sobreviviente fue Otto, quien al terminar la Segunda Guerra Mundial, pudo volver a su escondite con la esperanza de encontrarse con sus hijas. Pero al poco tiempo, se enteró que habían corrido la misma suerte que su esposa y sus amigos. Ana y Margot habían muerto en marzo de 1945 con unos pocos días de diferencia en Bergen-Belsen, a causa del tifus.

En medio de la angustia y la desolación, el padre de Ana recibe el diario que escribió su hija durante los meses que estuvieron escondidos. Le tomó un tiempo leerlo, porque el recuerdo le causaba dolor. Sin embargo, cuando en una de las tantas hojas que había escrito la joven descubrió que uno de sus más fervientes deseos era convertirse en escritora, no lo dudó: convertiría el diario en libro.

Así, un 25 de junio de 1947 se publica "La casa de atrás", que tiempo después se hizo mundialmente conocido como "El diario de Ana Frank". A través de sus vivencias, Ana se convirtió en un símbolo de las víctimas del Holocausto. La chica de pelo alborotado, sonrisa pícara y ojos soñadores, sin saberlo, creó uno de los documentos más importantes de la Segunda Guerra Mundial.