El Castelinho, una obra que se asemeja a las de Gaudí pero en una favela brasileña
Estevão Silva da Conceição comenzó su creación en Paraisópolis hace casi cuarenta años y todavía le falta terminarla. Es una atracción turística como pocas.
El Castelinho, obra de Estevão Silva da Conceição, un antiguo jardinero y albañil de 67 años, construida a lo largo de cuatro décadas en lo que fue su casa, se alza en medio de una empinada cuadra de Paraisópolis, la segunda mayor favela de San Pablo, donde se destaca gracias a baldosas coloridas y quebradas, platos de cerámica y piedras marrones instaladas en la fachada.
El lugar se ha convertido en una atracción turística por su parecido con el Park Güell, una de las creaciones insignia del arquitecto catalán Antoni Gaudí (1852-1926) en Barcelona. Pero este brasileño de bigote canoso y hablar pausado, nacido en Santo Estevão, en Bahia, no había oído hablar del genio español cuando puso en marcha su creación.
“Hice un trabajo parecido al de Gaudí, sin copiarlo. Hago lo que me sale de la cabeza”, diijo en declaraciones a la agencia AFP. “No estudié nada y pude hacer una obra de arte (...) Hoy, me siento un artista”.
Un documental y un viaje a Barcelona
La semejanza del Castelinho con los diseños de Gaudí fue descubierta por el cineasta brasileño Sergio Oksman, quien se interesó en la historia y grabó el documental Gaudí en la favela (2002), por el cual Silva viajó en 2001 a Barcelona a conocer la obra del célebre artista catalán.
Tras la publicación del filme, el castillo se convirtió en un sitio de visita para locales y extranjeros en Paraisópolis, de más de 100.000 habitantes. La entrada cuesta el equivalente a cinco dólares.
“Me pareció increíble cómo un espacio tan pequeño fue creciendo y creciendo”, opina Celly Monteiro Mendes, una visitante de Manaos.
Esta pianista de 24 años observó asombrada los detalles que hay en cada rincón de la fortaleza, levantada en un predio de 60m2 y de cuatro pisos, con pasajes casi laberínticos y techos bajos erigidos a partir de conocimientos empíricos.
El “Gaudí brasileño” llegó a San Pablo en 1977 en busca de un futuro mejor. Desde entonces trabajó en jardinería, albañilería y vigilancia. En 1985, compró el terreno donde se levanta el castillo, también conocido como la Casa de Piedra, y dio rienda suelta a su imaginación.
“Quería tener un jardín, algo diferente. No pensé que se iba a convertir en una obra de arte conocida mundialmente ni parecida a la obra de Gaudí, de lo contrario la habría hecho más alta. La hice para mí, y luego se convirtió en un punto turístico”, explicó.
La vista desde la terraza da cuenta de la desigualdad de San Pablo: la favela en primer plano; un poco más lejos, imponentes edificios blancos del barrio acomodado de Morumbi.
“Llevo 39 años haciendo esto. He sudado aquí. Así que hay que decir que es el trabajo de mi vida”, afirma Silva, ahora pensionado. “No sé si voy a finalizarlo antes de morir; solo Dios lo sabe”, contó antes de explicar que le queda terminar la terraza.
Si no lo logra, su obra quedará inacabada como la basílica de la Sagrada Familia de Gaudí en Barcelona, en construcción desde hace más de 140 años.