Por Belén Canonico

“Sé que soy un inútil total. No sé hacer nada: intenté dibujar, pintar y nunca conseguí salir de una mediocridad escandalosa. Quise ser jugador de fútbol y era un pata de palo; quise ser santo y era un pecador inevitable. Era de fracaso en fracaso y escribir es lo único que más o menos me sale. No puedo vivir sin escribir, porque además me gusta. Para mí no es un suplicio escribir, escribir es una fiesta”, contó Eduardo Galeano en una entrevista. Lo cierto es que más allá de su percepción, a lo largo de su carrera como periodista y escritor, supo destacarse como uno de los intelectuales de izquierda más reconocidos de América Latina y al día de hoy, sus ideas prevalecen en sus lectores.

Nacido el 3 de septiembre de 1940 en una familia de clase alta y conservadora de Montevideo, Uruguay, Galeano dio sus primeros pasos en una redacción con solo 14 años, cuando publicó su primera historieta política en el semanario “El sol”, perteneciente al Partido Socialista de Uruguay. Unos años más tarde, ya despuntaba el vicio por la escritura a través de sus crónicas sobre arte, hasta que en 1960 se convirtió en jefe de redacción de la revista “Marcha”, en la que participaron figuras como Mario Vargas Llosa, Mario Benedetti y Adolfo Gilly. Y en el ‘64 pasó a ser director del diario “Época”.

Más allá de su carrera como periodista, Galeano dio el gran salto como escritor al publicar “Las venas abiertas de América Latina”, un libro en el que denunció las relaciones de explotación y dominación que se dan en el continente y rompió con todas las estructuras de la literatura al abordar generas como el periodismo, análisis política, documental y ficción. Su obra fue traducida en más de veinte idiomas y se convirtió en un símbolo de resistencia contra la pobreza y el compromiso de recuperar el pasado para comprometerse en la lucha por un mundo mejor.

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Eduardo Galeano y la búsqueda constante de un mundo mejor

Pero su trabajo, además del reconocimiento de sus lectores, le significó problemas con más de un gobierno. En 1973, luego de ser encarcelado en el golpe de estado uruguayo, se exilió a la Argentina, donde fundó la revista “Crisis”.

Sin embargo, la tranquilidad le duró poco, tras el golpe cívico militar de 1976 tuvo que continuar su exilio en España, donde escribió “Memorias del fuego” (1982). Sus trabajos fueron censurados en Uruguay, Argentina y Chile por ser considerados “subversivos”, pero Galeno estaba decidido a no retroceder ni un solo paso.

Recién pudo volver a su tierra en 1985, con el regreso de la democracia, y junto a Mario Benedetti, creó el semanario “Brecha”. Siempre involucrado en la política de su país y de todo el continente, Galeano no tuvo problemas en mostrarse crítico con las posturas y creencias que él mismo defendía. Incluso, juzgaba con honestidad sus propios trabajos. “Las venas abiertas intentaba ser un libro de economía política, pero yo no contaba con suficiente entrenamiento o preparación”, reveló sorpresivamente en un reportaje y aseguró que no volvería a leer su libro más reconocido.

A lo largo de su carrera, Galeano cosechó más de una decena de importantes premios, como el Stig Dargeman, de Suecia, y el título de Doctor Honoris causa en las universidades de México, Venezuela, La Habana y Córdoba, entre otros.

El 13 de abril de 2015 falleció a raíz de un cáncer de pulmón, y al día de hoy, más allá de su autocrítica, sigue siendo recordado como uno de los escritores más destacados de su época y su sueño de una patria grande se mantiene vivo en sus lectores.

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Eduardo Galeano y la búsqueda constante de un mundo mejor