Cuando la vida no es color de rosa
Édith Piaf fue una de las cantantes francesas más aclamadas. Pero el éxito profesional nunca fue de la mano de su vida privada, marcada por el dolor y las adicciones.
Por Belén Canonico
"Si no cantara, me suicidaría", dijo una vez en una entrevista Édith Piaf, la cantante francesa más famosa del siglo XX, que con el contraste de la fragilidad de su cuerpo y la potencia de su voz podía obnubilar a quien tuviera enfrente. Pero el éxito en su profesión nunca fue de la mano de su vida personal, por eso sentía que solo la música podía mantenerla a flote.
Hija de una cantante callejera italiana y un acróbata oriundo de Normandía, Édith Giovanna Gassion -así era su verdadero nombre- tuvo una infancia estuvo marcada por las carencias. No solo económicas, sino que padeció el abandono de sus padres en distintos momentos de su vida, la explotación de su progenitor y una vida nómada que la llevó a crecer en un burdel francés y en un circo itinerante.
Tenía solo 14 años cuando se instaló en París para ganarse la vida cantando en la calle. Era consciente de que se destacaba, ya que gracias a su talento había mantenido a su padre durante varios años, pero no tenía un rumbo definido. Dos años más tarde, conoció a su primer amor Louis Dupont, un joven humilde con quien tuvo a Marcelle, su única hija, que falleció a los dos años por un cuadro de meningitis.
A pesar del profundo dolor que sintió, Édith hizo lo posible por dejar su angustia de lado y salir adelante enfocada en lo que mejor sabía hacer: cantar. Así fue como la descubrió Louis Leplée, el gerente de un popular cabaret que vio potencial en la jovencita que cantaba en los suburbios parisinos, con un estilo desaliñado y altanero, y decidió contratarla y grabar su primer disco, "Les Mômes de la cloche", bajo el nombre artístico "La Môme Piaf", que en francés significa "la niña gorrión".
Parecía que al fin la vida de la joven estaba encaminada y que su carrera solo podía seguir creciendo. Sin embargo, el 6 de abril de 1936 Leplée fue encontrado sin vida en su casa y Édith fue señalada como una de las principales sospechosas. Y aunque nunca recibió una condena, el escándalo en el que se vio envuelta hizo que tuviera que volver a cantar en las calles y empezar de cero.
Una vez más, el gorrioncito tuvo que juntar fuerzas para poder emprender vuelo, pero no le resultó sencillo, como nada en su vida, y como su padres, recurrió al alcohol para hacer más llevaderos sus días. Pero su reencuentro -profesional y amoroso- con el compositor Raymond Asso haría que la artista volviera a destacarse en la escena musical.
Tuvo una década dorada, entre los años treinta y cuarenta. Protagonizó películas, obras teatrales y grabó discos que tuvieron un éxito rotundo. Contaba con un buen pasar económico, el reconocimiento del público y también tuvo romances apasionados con figuras del mundo del espectáculo y del deporte. Pero la tragedia volvería a golpear su vida en 1949, cuando el boxeador Marcel Cerdan, de quien fue amante durante más de un año, murió en un accidente aéreo mientras viajaba a su encuentro desde París a Nueva York.
Y aunque ya había superado varias dolencias a lo largo de su vida, esa muerte hizo que Édith, ya con 34 años, sucumbiera hacia su costado más oscuro, a su adicción al alcohol le sumó la morfina y su cuerpo comenzó a debilitarse de manera estrepitosa.
Nuevamente, la artista se apoyó en su vocación para salir adelante. Y aunque volvió a apostar al amor y en 1952 se casó con el cantante Jacquess Pills, el matrimonio duró solo un año y la ruptura llevó a Piaf a que iniciara un programa para desintoxicarse de las sustancias con las que adormecía su dolor.
Como el ave fénix, el gorrioncito resurgió de sus cenizas y su éxito traspasó los límites de Europa. Ya era una artista consagrada del musical-hall, dueña de una de las voces más destacadas y era aclamada por todos cuando en 1958 sufrió un accidente de tránsito que la llevó a volver a consumir morfina.
Su cuerpo comenzó a pasarle factura y su imagen frágil se fue agudizando cada vez más. En 1959, tras desplomarse sobre el escenario en pleno concierto, no tuvo otra opción más que alejarse de la música. Dos años más tarde regresó con la salud deteriorada, pero con la voz más distinguida que nunca.
Se presentó en el teatro Olympia de París y dio una serie de conciertos que fueron considerados los mejores de su vida. También presentó Non, je ne regrette rien, un tema escrito por Charles Dumont en 1956 pero que se amoldaba a la perfección al momento que estaba atravesando la artista.
En 1962 se volvió a casar con Theo Sarapo, un joven cantante que, según ella, "la cuidaba como un hijo a su madre". Y meses más tarde, ya delicada por un cáncer hepático, grabó su última canción L' Homme de Berlín.
El 10 de octubre de 1963, Édith murió a los 47 años, aunque su cuerpo y su experiencia indicaban que la francesa había vivido mucho más. Una vida que podían ser mil vidas, pérdidas irreparables y dolores que con nada podía frenar, solo la música.