Consuelo Velázquez, la mexicana que escribió el bolero “Bésame mucho” cuando aún no había besado a nadie
La pianista, que vivió 88 años, empezó a componer una canción mucho más famosa que ella cuando tenía 17 años, en una era plena de conservadurismo, censura y tabúes.
Por Carlos Polimeni
La primera canción que Los Beatles grabaron en su por siempre famosa sesión de junio de 1962 en los estudios de Abbey Road fue una versión de uno de los más eróticos y transgresores boleros mexicanos, compuesto en los años treinta por una joven pianista que todavía no sabía nada del amor.
La versión registrada en esa sesión de “Bésame mucho”, de Consuelo Velazquez, combina dos ritmos de moda al comenzar los 60, el rock and roll y el chá chá chá, y fue una de las razones -la otra se llamaba “Love me do”- que llevaron al productor George Martin a sugerirle a EMI que los contratara
Martín había delegado en dos colaboradores, Ron Richards y Norman Smith, la fatigosa tarea de registrar cuatro temas de un grupo de principiantes, pero si decidió que valía la pena producirles el primer disco fue porque al escucharlos se dio cuenta que había allí una química infrecuente, que incluía un humor muy british.
“Bésame mucho” había estado muy de moda en los años cuarenta, por lo que resultaba una canción vieja para los parámetros con que se juzgaba el pasado dos décadas más tarde, pero el olfato de los muchachos de Liverpool era infalible: aún hoy es un tema que abre puertas y crea empatías, además de ruborizar algunos cachetes.
La letra de “Bésame mucho” suponía cuando empezó su explosión mundial una transgresión importante: los besos largos eran subversivos para sociedades con códigos morales públicos mucho más estrictos y conservadores que los del futuro, y que una mujer los solicitara en público resultaba perturbador.
El cine estadounidense, por ejemplo, era regido al respecto por el llamado Código Hays, una imposición conservadora a la industria que estuvo vigente entre 1934 y 1968, en aras de salvaguardar al mundo de la corrupción moral, exigiendo que los besos en pantalla durasen a lo sumo hasta tres segundos.
La película italiana “Cinema Paradiso” sirve como ejemplo de cómo, además, en determinadas épocas de autoritarismo y poder clerical aún esos cortos besos de celuloide fueron eliminados por las censuras locales, en cine y en televisión, de tal manera que ni siquiera existían para el espectador.
Las estadísticas indican que, acaso por aquello, “Bésame mucho” se convirtió en la segunda canción más grabada en la historia de la música popular mundial, con más de dos mil versiones registradas en veinte idiomas, en una lista en que solo es superada por… “Yesterday” de Los Beatles.
“Yesterday”, aunque firmada por su dúo principal de compositores, es una típica canción de Paul McCartney, la voz principal en aquella alocada versión bilingüe de “Bésame..” que les abrió las puertas de Emi, en una escena que bien pudo haber sido parte de la serie “Rompan todo”, de Nextflix, que rastrea el origen y la evolución del rock hispanoparlante.
Consuelo, Consuelito para los mexicanos, decía haber empezado a escribir el tema a los 17 años, a mediados de la década del treinta en un descanso de una clase de piano, cuando era aún virgen y todavía no había besado a un hombre, aunque demoraría tres o cuatro más en concluirlo.
“Cuando estaba yo terminando mi carrera de pianista concertista, y lógicamente tenía que estudiar muchas horas al día, como descanso me ponía a improvisar una que otra melodía, que en general al día siguiente no recordaba”, contaba al respecto esta verdadera institución de la mexicanidad.
“Un buen día decidí procurar memorizar una de esas cositas que se me ocurrían como descanso mental, y algunos años después le acomodé la letra”, agregaba como quitándole importancia al asunto, en una historia que estuvo obligada a repetir por décadas, ya que vivió hasta los 88 años.
A fines de 1938, antes de la primera grabación del tema que le cambiaría la vida, aquella chica que no conocía aún el amor carnal recibió su título de concertista, tocando en el acto de graduación “La hilandera” de Joseph Joachim Raff, para orgullo de su padre, que era militar, pero tenía veleidades poéticas.
Segura de que su vida iría por el lado de la música culta, cómo en principio ocurrió, participó luego en un curso de Perfeccionamiento de Obras que impartió el talentoso pianista chileno Claudio Arrau con la Sonata para piano número 23 de Beethoven, conocida como “Apassionata”.
La primera versión discográfica del tema en castellano más famoso de todos los tiempos fue registrada por el barítono hispano-mexicano Emilio Tuero, en 1941 pero el estallido mundial empezó en 1944 cuando el pianista y cantante estadounidense Nat King Cole la sumó a su repertorio, traduciéndola al inglés.
“Bésame mucho” se colocó entonces durante catorce semanas en primer lugar de la lista de éxitos en los Estados Unidos, tal vez por un clima de época: en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial para muchas esposas de soldados su letra resultaba más que conmovedora.
El escritor mexicano Carlos Monsiváis recordó al respecto que por entonces corría la leyenda que afirmaba que un soldado había muerto, alcanzado por un disparo del enemigo, mientras cantaba en el frente “Bésame mucho”, aunque eso hoy podría ser una fake news o un simple recurso promocional del sello discográfico.
Empleando un recurso parecido al de los muchachos de Liverpool, es decir poniéndole un poco de ironía a la letra, en la Argentina se destacó entre sus intérpretes el guitarrista Oscar Alemán, que solía incluirla en los momentos culminantes de sus shows, aflautando la voz y con un coro que repetía “Muuchiooo, muuuchiooo, muuuchiooo”
La lista de sus principales intérpretes, excluyendo alemanes, franceses, japoneses y rusos, los hay a montones, impresiona: va desde Caetano Veloso a Elvis Presley, e incluye a Frank Sinatra, José Carreras, Luis Miguel, Plácido Domingo, Sammy Davis Jr., Ray Conniff, Lucho Gatica, Cesaria Evora y Andrea Bocelli, entre muchísimos otros.
Velázquez, que murió en enero de 2005 y fue velada en el Palacio Nacional de Bellas Artes, fue una niña prodigio de oído absoluto, como Charly García: también le regalaron un piano de juguete antes de que ingresara a la primaria y la enviaron niña a una Academia a estudiar para ser concertista, en Guadalajara.
Instalada en México DF, luego de haberse recibido, trabajaba de pianista estable en una emisora de radio, en la que interpretaba usualmente música clásica, de autores como Debussy, Bach y Ravel, sin que hubiese lugar para sus composiciones de música popular, ya que esos mundos eran por entonces irreconciliables.
El día en que se animó a alternar sus propias composiciones románticas con el repertorio al que estaba acostumbrado el público -fue pianista de la Orquesta Sinfónica y de la Orquesta Filarmónica- la historia dio un vuelco: empezó a convertirse en una figura legendaria, y en un punto transgresora.
En una época en que la industria cinematográfica estadounidense buscaba bellezas mexicanas como María Félix o Dolores del Río para los papeles clásicos de mujer latina, su compañía discográfica la invitó a viajar a Hollywood, ya difundida la historia de que era ella la autora del tema que rompía moldes, para una prueba que podía cambiar su carrera, y aumentar las ganancias de todos.
El propio Walt Disney le ofreció un contrato, pero la pianista y ahora también actriz prefirió regresar a México para formar una familia, ya que para entonces si sabía lo que era besar y estaba enamorada del director de programación de la radio en que tocaba, con quien se casó y tuvo dos hijos, aunque de a poco fue rompiendo estereotipos.
“Cuando visitó Hollywood, en 1944, los rodajes se detuvieron”, contó una crónica mexicana. “De los sets salieron los actores y directores a saludar a la autora de la canción que llevaba meses en el Hit Parade. Walt Disney detuvo la filmación y se tomó una foto con ella. Lo mismo Rita Hayworth, Carmen Miranda, las Andrew Sisters, Gregory Peck e incluso Salvador Dalí”
El impacto de la canción en inglés era infrecuente a pesar del puritanismo reinante, o quizás por eso: “Bing Crosby la cantaba, la cantaba Andy Russell, la tarareaban en la calle, la machacaban las vitrolas. Jimmy Dorsey la había llevado al mundo del jazz y más adelante, Mario Lanza la convertiría en repertorio de los cantantes de ópera”.
En sus siguientes canciones, la mujer que renunció a Hollywood, empezó a pintar un mundo nuevo, en un país de fuerte machismo: habló de la mujer como protagonista de historias de amor que no debían recibir bendiciones patriarcales, en una era en que “las chicas bien” se “casaban para siempre”, e incluso toleraban los engaños de sus maridos y con ello se anticipó décadas.
Además de “Bésame mucho”, Consuelito escribió muchos otros temas románticos súper conocidos, como “Amar y vivir”, “Verdad amarga”, “Franqueza”, “Aunque tengas razón”, “Ni por favor”, “Quien será, “Que seas feliz”, “Enamorada”, “Orgullosa y bonita” y “Yo no fui”, todos con docenas de versiones famosas.
Para el ensayista Pavel Granados si hace más de ochenta años que su obra más trascendente incorpora versiones y sentidos, aunque las costumbres cambien y el amor romántico parezca en retroceso, es porque a su modo “Bésame mucho” es diferente al resto del repertorio: parece hablar siempre de un amor que puede terminar muy poco después.
“A diferencia del resto de canciones con este tema, la de Consuelo Velázquez no contiene una promesa de amor infinito”, subraya. “Por el contrario, es el probable último beso, el que se da antes de la separación definitiva. Es un beso nocturno que ve el amanecer como el peor enemigo”.