Por Belén Canonico.

Idea Vilariño es una de las grandes referentes de la poesía uruguaya. Formó parte de la “Generación del 45” junto a Mario Benedetti, Carlos Maggi, José Pedro Díaz y Amanda Berenguer, entre otros destacados escritores, y su obra, a cien años de su nacimiento, sigue más vigente que nunca.

Nació en una familia de artistas en Montevideo. Su papá, el también poeta Leandro Vilariño, y su mamá, Josefina Romani -quien sabía mucho sobre literatura europea- la criaron junto a sus hermanos -Poema, Azul, Alma y Numen- rodeada de música y literatura y así fue como en su adolescencia, Idea comenzó a escribir.

Durante sus primeros años como poeta, Vilariño supo plasmar el dolor que sentía por las enfermedades que la aquejaban desde temprana edad y que la llevaron a escribir cartas de despedida a su familia en más de una oportunidad. Sufría de asma y de un eccema tan severo que hacía que la piel se le cayera a pedazos, y durante largas temporadas el malestar y la fragilidad se apoderaban de su cuerpo. La escritura también fue su aliada durante el duelo por la temprana muerte de sus padres y de su hermano Azul. Sin embargo, ella encontraba la manera de transformarlo en arte.

En 1945 publicó su primer libro de poesías, “La suplicante” y rápidamente cosechó su fama en Uruguay como escritora, traductora y crítica literaria. Eso sí, más allá de su pasión por su oficio y el hambre por el reconocimiento de sus pares, Idea nunca quiso ser famosa ni nada por el estilo. Por el contrario, su timidez la llevaba a querer pasar desapercibida. No quería dar entrevistas ni hablar en público: se comunicaba a través de su obra.

No solo se destacó como poeta y traductora, sino que también tuvo un rol importante como compositora. Y canciones como “A una paloma”, “La canción y el poema”, “Los orientales” y “Ya me voy para la guerrilla” son emblemas de la música popular uruguaya. Y más allá del reconocimiento personal, para Vilariño era un orgullo que sus creaciones fueran entonadas por su pueblo.

El amor y el desamor marcaron su vida y obra. Vivió un tormentoso romance con Juan Carlos Onetti, a quien definió como “el último hombre de quien yo debía enamorarme”. Se conocieron en un bar de Malvín, Montevideo, y pasaron más de un año comunicados a través de cartas, ya que el escritor estaba instalado en Buenos Aires y durante más de treinta años vivieron un amor intenso y controversial. De hecho, fue la musa de “Los adioses”, una de las novelas más aclamadas del escritor.

“A Onetti lo quiero mucho y hace mucho que lo quiero, pero puedo decir que no lo conozco. Nunca pude decir quién era él. Le he dicho que hay como una película entre él y la realidad, porque no conoce a la gente, que no conoce a las mujeres. Y, por supuesto, no me conoce a mí”, manifestó Idea en una de las pocas entrevistas que dió. Y agregó: “Ahora bien, ese desconocimiento mutiló, falseó y empobreció una relación que pudo ser seria y entera y no lo fue. Una relación que, a pesar de eso, a pesar de todo, sobrevivió a los avatares de nuestras vidas y nuestros desencuentros, torpezas, inhibiciones y timideces. Pero por sobre todo sobrevivió a ese desconocimiento mutuo”.

Los pesares de su relación con Onetti la llevaron a escribir decenas de poemas en los que reflejó su deseo por el escritor y el dolor frente al desamor. Y esta forma de expresar sus sentimientos en carne viva, hicieron que muchos de sus lectores se identificaran con sus palabras. Uno de sus poemas más recordados es “Ya no”, en el que reflejó su sufrimiento ante la decisión de Onetti, que la dejó para casarse con Dorothea Muhr -con quien estuvo en pareja hasta el fin de su vida-. Pero más allá de sus críticas despiadadas y la problemática relación que los unió, Vilariño siempre sintió un amor incondicional hacia su colega. Su relación con Onetti fue la más fuerte que vivió, a pesar de que tuvo un romance con Manuel Claps y se casó con Jorge Liberati.

Tras una larga carrera como intelectual, a la que le dedicó su vida entera. Idea falleció el 28 de abril de 2009 tras complicaciones en una cirugía por una obstrucción intestinal y arterial. Su despedida, al igual que toda su vida, fue modesta y sin grandes demostraciones. Pero hoy, a cien días de su nacimiento y casi veinte de su muerte, sus letras siguen presentes en el corazón de los rioplatenses.