Nacido en Francia el 12 de enero de 1628, Charles Perrault tenía todo para destacarse en un ámbito académico. Pertenecía a la alta burguesía, había estudiado Literatura en el colegio de Beauvais en París y se diplomó en Derecho, llegó a trabajar como inspector general de Obras durante el reinado de Luis XIV y formó parte de la Academia Francesa, institución que llegó a dirigir.

Era un hombre de leyes y durante la mayor parte de su vida se dedicó al cuidado del idioma y de la cultura de su tierra, el buen uso del lenguaje y hasta impulsó un proyecto para la creación de un diccionario oficial, recién a los 55 años comenzó a escribir cuentos destinados a un público infantil que marcaron a generaciones de lectores y que incluso ahora, a 394 años de su nacimiento siguen vigentes.

Venía de perder su puesto como director de la Academia y su esposa, Marie Guichon, había muerto en el parto de su cuarto hijo. Y para formar parte activamente de la educación de sus descendientes comenzó a escribir historias que fueron recopiladas en Los cuento de Mamá Ganso, también conocido como Cuentos de antaño, un libro que fue publicado recién en 1697.

Charles Perrault, el escritor detrás de clásicos inolvidables

En ese entonces, los intelectuales se dividían entre los antiguos, que trataban de preservar la riqueza cultural grecorromana, que ponderaban los cánones griegos y el latín; y los modernos, que buscaban nuevas formas y valoraban su idioma.

Jean de La Fontaine, Nicolas Boileau y Jean de La Bruyère eran algunos de los antiguos a los que Perrault se oponía, motivo por el que se decidió a recopilar historias populares, que se contaban de boca en boca, como La bella durmiente del bosque, Caperucita Roja, Barba Azul, El Gato con Botas, Las hadas, Cenicienta, Riquete el del copete y Pulgarcito. Sin embargo, no firmó la publicación, sino que usó el nombre de su tercer hijo, Pierre Darmancour.

Los cuentos estaban escritos en prosa y aunque se trataba de historias conocidas en aquella época, se encargó de darles su toque, transformando los argumentos y sumándoles una moraleja, como una herramienta de adoctrinamiento social para inculcar en el público valores, conductas y parámetros sociales esperados para ese entonces.

Los protagonistas eran desde príncipes y princesas, campesinos, brujas, animales que podían hablar, otros amenazadores, y ogros. Con todos estos condimentos, le dio inicio a los famosos “cuentos de hadas”, aunque sus versiones eran mucho menos edulcoradas que la que años más tarde la compañía del ratón Mickey puso en pantalla.

Con el paso del tiempo, los relatos fueron cada vez más cuestionados. Justamente por el propósito aleccionador que tenían y aunque a lo largo de la historia han sido modificados para que se amoldaran a los tiempos que corren, no hay dudas de que un gran porcentaje del mundo creció con el cuento de Pulgarcito, Caperucita Roja o La bella durmiente.