El escritor argelino Albert Camus, Premio Nobel de Literatura en 1957, pensaba que la vida muchas veces resulta incomprensible, pero aún así le hubiera parecido parte del imperio de lo absurdo que muchos años después de su muerte se popularizara una definición suya sobre la condición humana durante una pandemia…que nunca escribió.

En las redes sociales, primero, pero como una consecuencia de eso en muchos diarios, publicaciones online, programas de radio y televisión, para hablar de la era del coronavirus, Camus fue citado en miles de oportunidades en el último año como el autor de este texto: “Lo peor de la peste no es que mata a los cuerpos, sino que desnuda las almas y ese espectáculo suele ser horroroso”.

Pero estas palabras no están en su novela “La Peste”, ni en ninguna otra obra de su trayectoria, por lo que queda claro que fue inventada por alguna persona que sintió que atribuírsela a un escritor famoso, y que hubiese abordado en su obra el tema de una peste, le daba un peso, o una entidad, que haría rebotar el texto por todas partes, como en efecto ocurrió, y sigue ocurriendo.

Que se atribuya a una personalidad importante una creación ajena no es una novedad: desde hace casi cuatro décadas hay gente que se emociona con un poema de Jorge Luis Borges llamado “Instantes” que Borges nunca escribió, aunque ha sido una y otra vez publicado con su firma, y durante esta pandemia fue atribuido a Mario Benedetti un texto que en realidad tiene como autor a un comediante cubano que trabaja en Miami.

Camus no escribió que “la peste desnuda las almas y ese espectáculo suele ser horroroso”
Borges ap{ocrifo.

Estas confusiones, que siempre existieron y pueden provenir de un error inicial, de un acto de mala fe o incluso de las ganas de probar los débiles mecanismos de control de calidad de los medios de comunicación, parecen haber aumentado en la era de las fake news, que ha deparado que en la actualidad existan entidades que trabajan en el chequeo de los datos, una vez publicados.}

El problema no son solo los medios y sus premuras y descuidos; hace casi una década la prestigiosa editorial Random House Mondadori tuvo que reimprimir una edición completa de un libro con selecciones de textos de Borges, llamado “México y yo”, porque tenía incluido “Instantes”, en una involuntaria pero llamativa colaboración con un equívoco a estas alturas gigante.

"Yo pensé que era de Borges porque circulaban mucho”, explicó con candidez la gran escritora mexicana Elena Poniatowska, encargada de la selección de esos textos. “Mi error fue tener demasiada confianza”, agregó a la BBC, en medio de una impiadosa descarga de críticas de los que aprovechan las fallas para ventilar rencores preexistentes.

Que circulaba y se citaba mucho, en México y el resto del mundo –hay posters con su texto y la firma falsa- es tan cierto como que hasta un novato advierte que los tópicos e ideas de “Instantes” están mucho más cerca del estilo de los libros de autoayuda, que florecen, qué de los universos borgeanos, que siempre ofrecerán senderos que se bifurcan.

Los investigadores literarios han detectado que la primera versión del texto que no es de Borges ni está escrito con poesía fue publicada en 1935 en la revista estadounidense College Humor, con la firma del humorista y caricaturista Don Herold, bajo el título "I'd Pick More Daisies",

La versión que circula en castellano (“Si pudiera vivir nuevamente mi vida/ En la próxima trataría de cometer más errores/ No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más”) está organizada en forma de poema, pero el texto de Herold es prosa, e incluye frases que le dan un marco menos otoñal.

Una segunda versión del texto, aun en prosa y en inglés, apareció en 1975 en una publicación interna de una Asociación para la Psicología Humanista de San Francisco, desde donde llegó a la revista Family Circle en 1978, ahora firmado por una tal Nadine Stair, una escritora de 85 años, nacida en Louisville, Kentucky,

En un libro de 1982 llamado “Vivir, amar y aprender”, el autodenominado “orador motivacional” estadounidense Leo Buscaglia incluyó una versión de “Instantes” en que se lee al final el verso "Pero ya ven, tengo 85 años y sé que me estoy muriendo...", que no figura en ninguna de las versiones en inglés citadas, pero es la que llegó luego al castellano.

A Borges, un experto en ironías, le hubiese molestado más la escasa calidad literaria de “Instantes” que el hecho de que se lo atribuyan, si se tiene en cuenta qué si escribió, está chequeado, “Fragmentos de un evangelio apócrifo”, con ideas como “Yo no hablo de venganzas ni de perdones; el olvido es la única venganza y el único perdón” o “La puerta es la que elige, no el hombre”.

En los meses iniciales de la epidemia mundial, las redes y luego los medios convirtieron en viral otro texto, al que se le otorgaba cierto carácter premonitorio, "Cuando la tormenta pase", ya que parecía hablar de sentimientos del presente de buena parte de la humanidad pero llevaba la firma del famoso escritor uruguayo Mario Benedetti, fallecido en 2009, once años antes de la era del coronavirus.

Camus no escribió que “la peste desnuda las almas y ese espectáculo suele ser horroroso”
El texto atribuido a Mario Benedetti.

"Cuando la tormenta pase / Y se amansen los caminos / y seamos sobrevivientes / de un naufragio colectivo", dice el poema que motivó un comentario del papa Francisco, e incluso una emotiva lectura de la actriz y cantante Nacha Guevara, que en su larga carrera supo interpretar antes algunos notables textos musicalizados del autor de “La tregua”.

Pero esta vez la mentira tuvo sus usuales patas cortas, sobre todo porque el autor esta vivito y coleando: se trata del comediante cubano Alexis Valdés, que lo escribió al comienzo de la epidemia con el título de "Esperanza" y considera el equívoco “una sorpresa gigante”, aunque colaboró con que el poema llegara a una mayor cantidad de personas.

La publicación de esos versos “fue una manera de dar y darme aliento y de tener fe en el futuro”, contó el actor radicado en Miami cuando la agencia de noticias Reuters se vio obligado a consultarlo, ya que por si lo de Benedetti resultase poco, otras publicaciones atribuían el texto a K. O’Meara una novelista y biógrafa franco-irlandesa del siglo XIX.

A Camus, autor de “El extranjero”, una novela notable que sirve para entender por qué siempre se sintió un hombre sólo rodeado de una realidad difícil de cambiar, tanto en Argelia como en París, tal vez le hubiese resultado confirmatorio que en pleno siglo XXI alguien haya estafado a lectores inocentes atribuyéndole un texto que nunca escribió.

Después de todo, el autor de “El hombre rebelde” y “El mito de Sísifo” recibió el Nobel porque los integrantes del jurado de la por entonces prestigiosa Academia Sueca acordaron que ante todo su obra pone en relieve “los problemas que se plantean en la conciencia de los hombres de la actualidad".

En su época, este intelectual que amaba el fútbol aunque jugaba de arquero, fue considerado la principal figura del absurdismo, una corriente filosófica que trabajó sobre las incongruencias de la vida y la existencia, aunque tal vez eso tuvo que ver con que le tocó vivir tanto la ocupación francesa de Argelia como los años del nazismo.

Para colmo de males, la cita, que a un desinformado podría parecerle representativa del autor, contradice una de las últimas frases de “La Peste”, según apuntó al ser consultada la experta Agnès Spiquel, presidenta de la Sociedad de Estudios Camusianos, además de profesora de Literatura en la Universidad de Valenciennes.

En la novela, dijo la profesora al ser consultada en Francia por la Agencia France Presse, el desencantado escritor puntualiza una idea opuesta a la frase que se le atribuya: afirma que existe “algo que se aprende en medio de las plagas: que hay en los hombres más cosas dignas de admiración que de desprecio”.

Camus, que concretó una breve visita a la Argentina en 1949, tal vez hubiese deseado que se lo recordara en el futuro por uno de sus gestos más llamativos: la carta de agradecimiento que le escribió a uno de sus maestros en la escuela primaria, después de haber obtenido el Nobel, tres años antes de morir en un accidente:

Querido señor Germain: He esperado a que se apagase un poco el ruido que me rodeó todos estos días antes de hablarle de todo corazón. He recibido un honor demasiado grande, que no he buscado ni pedido. Pero cuando supe la noticia, pensé primero en mi madre y después en usted. Sin usted, la mano afectuosa que tendió al pobre niñito que era yo, sin su enseñanza y ejemplo, no hubiese sucedido nada de esto. No es que dé demasiada importancia a un honor de este tipo. Pero ofrece por lo menos la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo para mí, y le puedo asegurar que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generoso que usted puso continúan siempre vivos en uno de sus pequeños discípulos, que, a pesar de los años, no ha dejado de ser su alumno agradecido. Le mando un abrazo de todo corazón”.