La historia de Blackie es mucho más que la de una mujer que tuvo un rol central en el mundo del espectáculo y la cultura en la Argentina. Bucear en su vida nos lleva a fines del siglo XIX cuando los primeros colonos judíos desembarcaron en el país. Sus padres, Yedidio Efron y Sara Steinberg, arribaron siendo niños y fueron parte de la génesis de esa microsociedad pionera de la colectividad judía.

Con gran precisión y una prosa fluida, Hinde Pomeraniec reconstruye los primeros años de la vida de Paloma Efron. Su nacimiento e infancia en Entre Ríos, el traslado familiar a Buenos Aires, la relación con su padre, un hombre muy reconocido en el ámbito educativo de la colectividad judía,  y su adolescencia, en la que tuvo que abandonar la escuela para cuidar a su madre enferma, son las piezas del rompecabezas con las que ella fue forjando su personalidad.

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El salto de Paloma Efron a Blackie no fue de un día para el otro, pero sí hubo un momento bisagra en su vida. Todavía adolescente consiguió un trabajo en el Instituto de Cooperación Argentino Norteamericano (ICANA) y allí se topó con un disco de spirituals, la música religiosa de la comunidad negra de los Estados Unidos. Si bien ella venía de una familia de melómanos, ese acontecimiento se volvería trascendental y, como sostiene la autora, para Paloma “se volvió una obsesión”.  

Blackie, la voz que no se dejó doblegar

Su debut artístico coincidió con el período político de la Década Infame, “una época de frustraciones para la mayoría, y de privilegios para unos pocos”, y con los años dorados de la radio. Fue en ese medio donde Paloma se recibió de cantante, tras ganar un concurso organizado por la marca Jabón Federal, y recibió su apodo artístico de Blackie. La autora sobrevuela su etapa musical, su viaje a los Estados Unidos, donde se codeó con figuras como W.C. Handy y Duke Ellington, las grabaciones que realizó para Odeón, y las presentaciones que hizo, para luego centrarse en el plano más personal, el de su relación amorosa con el playboy Carlos Olivari, al tiempo que narra cómo era la noche porteña y el mundo del espectáculo de la década del cuarenta.

Su matrimonio con el dramaturgo y guionista, que se hizo famoso por su sociedad con Sixto Pondal Rios, tuvo relación directa con el primero de los cambios artísticos de Paloma, que fue el de dejar la música para convertirse en actriz, productora y periodista. Se separaron en el albor de la década del cincuenta y no tuvieron hijos, pero de acuerdo con lo que pudo reconstruir Pomeraniec, esos años de convivencia la marcarían por el resto de su vida.

El 17 de octubre de 1951 se realizó la primera transmisión televisiva de la historia en la Argentina. Ese acontecimiento, algunos meses después, se volvería trascendental en la vida de Blackie porque se sumó a ese medio y para el gran público su nombre siempre quedaría asociado a los inicios de la tevé. En los primeros años condujo programas, fue productora e incluso llegó a ser directora artística de Canal 7, cargo que ocupó hasta poco antes del golpe militar de 1955 que derrocó a Juan Domingo Perón.

Blackie, la voz que no se dejó doblegar

En los sesenta, con la aparición de los canales privados, Blackie se convirtió en un personaje central de la pantalla chica. Encabezó decenas de programas, compartió la conducción con figuras como Carlos D’Agostino, Juan Carlos Mareco y hasta Roberto Galán; presentó a artistas internacionales de la talla de Nat King Cole y Sammy Davis Jr; fue pionera de los programas políticos y potenció a Bernardo Neustad, quien se volvería un referente en los ochenta y noventa. En el plano artístico lanzó las carreras musicales de Sandra Mihanovich y Susana Rinaldi.

En paralelo, desde sus inicios, siempre fue una figura destacada de la radio. Lo hizo como cantante, productora, presentadora y también como periodista. Su voz ronca por el humo de los Kent está en el recuerdo de quienes la escucharon durante años en diversos programas, en los que mantuvo un contacto fluido con sus oyentes, quienes le escribían cartas que leía con mucha atención y se enojaba ante las críticas que consideraba injustas o fuera de lugar.

Su paso por el periodismo gráfico también es narrado en el libro, editado por Gourmet Musical, que incluso traza un paralelismo entre Blackie y Victoria Ocampo marcando coincidencias, encuentros y, sobre todo, diferencias. La autora ahonda en las relaciones laborales de Blackie, una mujer que supo salir adelante en un mundo de hombres y la describe como “una feminista pionera, hablaba de una manera y actuaba de otra”. Según los testimonios que recogió, ella no empatizaba con mujeres que le pudieran hacer sombra y se llevaba mejor con los hombres. Se hizo un lugar a base de coraje, talento e insultos, algo que ella creía que la ponía de igual a igual con los hombres.

Blackie, una voz insumisa es una biografía atrapante que va un poco más allá del personaje. En palabras de Albert Gilbert: “Agitadora, polemista, divulgadora, Blackie demostró tempranamente en un mundo de hombres lo lejos que podía llegar una mujer de la que todos hablarían. No podía ser de otra que Hinde Pomeraniec la que reconstruyera con sagacidad y soltura algo más que su vida: un gran fresco de época, una historia cultural en la que la cuestión de género es algo más que un programa, un asunto mayor".