Por Teo Zorraquin.

Los productores agropecuarios suelen ser personas acostumbradas a convivir con la incertidumbre, sobre todo aquéllos que producen a cielo abierto y dependen en buena medida del desarrollo del clima.

Se realizan procesos de manejo agronómico que disminuyen el riesgo tales como el ajuste de la fecha de siembra, la acumulación de agua en barbecho, la eliminación de malezas y otras plagas, una rotación balanceada de cultivos y en muchos casos la complementación con otras actividades tales como ganadería o lechería.

En estos temas la competitividad de las empresas del agro es muy alta.

Sumado al clima, otro factor que genera volatilidad en los resultados son los precios de los productos que venden. Para eso existen para los granos las ventas a futuro, los canjes y otras herramientas que se aplican para ir promediando un precio razonable para la producción.

Esta campaña 2020-2021 que se inicia no es distinta en los aspectos mencionados. La mayor incertidumbre proviene del marco político, social y económico de nuestro país.

Argentina se ha caracterizado hace muchos años por tener un Estado más grande que el que puede sostener. Y eso a pesar de tener una gran presión tributaria sobre las empresas y los ciudadanos.

El eterno déficit fiscal genera endeudamiento, emisión de dinero y mucha inflación.

Este año, a todo eso se suman los efectos de la pandemia del coronavirus y el default o semi default con los acreedores del país.

La inflación genera distorsión de costos, el default genera alto costo de financiamiento, la presión fiscal afecta sensiblemente los resultados y la liquidez de las empresas. El marco social genera, además del sufrimiento de muchas personas, conflictos en puntos de venta (puertos, frigoríficos) o en la logística (cortes, piquetes) obligando a tomar decisiones defensivas aunque no sean las más eficientes.

Y desde la política se reciben señales confusas: por un lado se pondera la importancia del agro como un sector "esencial" y que no se detuvo, sosteniendo empleo, produciendo alimentos y ayudando a generar divisas a través de las exportaciones. Y desde esa misma política se reciben señales opuestas tales como la posibilidad de crear una nueva Junta Nacional de Granos, la amenaza de un nuevo aumento en los derechos de exportación, el aumento de tributos, la acusación de que el campo desparrama "veneno" como un sinónimo incorrecto de fitosanitarios y varios etcéteras más. A pesar de este escenario incómodo, el campo no va a parar. Creemos que las empresas que realizan agricultura mayoritariamente van a sembrar, pensando mucho en qué y cómo hacerlo, pero van a sembrar. ¿Y por qué? Porque es un negocio en el que hay mucho talento para ser competitivos, porque los productores tienen anticuerpos, porque se conocen los riesgos, porque existe la posibilidad de ganar dinero. Y porque ya lo hemos hecho antes en situaciones complicadas.

Se elegirán los riesgos a cubrir, habrá gran dosis de creatividad, se marcarán ambientes para gastar bien, se tomarán seguros de clima y de precios, y se aprovecharán los financiamientos accesibles que hoy ofrece el mercado para comprar insumos.

Las decisiones tendrán algo de racionalidad y algo "de estómago", porque con los precios y costos actuales la rentabilidad posible que marca el Excel es baja. Se necesita cierto grado de confianza, esperanza e inconciencia para hacer negocios en nuestro país. No será sencillo y es posible que algunas empresas queden en el camino.

Es una lástima que tanta capacidad, energía y oportunidades no puedan ser aprovechadas en su máxima expresión. Nos falta aprender mucho.

Por Teo Zorraquin, de la consultora Zorraquin + Meneses y Asociados